Textos: Teresa Galán
Diseño y maquetación: Pedro Moreno y Javier S. Moriche
Una serie original de Movistar+
Tras 55 años, se ha desclasificado la
información y conoceremos
la verdad
Sin censura
"La Guerra Fría también se vivió en España"
"La Guerra Fría también se vivió en España"
Palomares es un pueblo costero de Almería, de menos de 2000 habitantes, una pedanía de Cuevas de Almanzora que fue epicentro de atención global en plena Guerra Fría por un incidente nunca visto en nuestro país y de una relevancia que a día de hoy sigue enmascarada.
Era el 17 de enero de 1966 cuando todos los medios internacionales pusieron el foco en este pequeño municipio por ser escenario de uno de los accidentes nucleares más importantes de la historia: dos aviones militares norteamericanos colisionaron en el cielo de Almería a unos 10.700 metros de altura, un bombardero con munición y un avión cisterna cargado de combustible.
Se sitúa entonces en el mapa a la localidad andaluza, donde ocurre un hecho que llena de consternación la opinión pública, en un contexto social para España complicado y para el resto del mundo muy tenso.
Serán los relatos no solo de expertos sino de quienes vivieron en primera persona este acontecimiento los que construyan la historia de "Palomares, días de playa y plutonio".
El bombardero B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia Estados Unidos y el avión nodriza cargado de combustible, KC-135 provenía de la Base Aérea de Morón
Para demostrar que las aguas de Palomares “no estaban contaminadas”, el Ministro Manuel Fraga y el entonces embajador de los Estados Unidos, Angier Biddle Duke se bañaron en una playa almeriense bajo el foco de los medios de comunicación.
En el aniversario del accidente, agricultores afectados por la crisis radioactiva fueron hasta Madrid a manifestarse por las insignificantes indemnizaciones que recibieron. Entre sus líderes se encontraba la Duquesa Roja, detenida y procesada por manifestarse contra el régimen franquista.
Se retiran las bombas nucleares que EEUU guardaba en España. En un informe publicado a posteriori – en 1999- con documentos clasificados del Pentágono en España se almacenaban hasta 250 armas nucleares estadounidenses que se retiran en el primer año de transición política tras la muerte de Franco.
Desde 1966 hasta 2003 se mantuvo una versión oficial que muy poco tenía que ver con la realidad. Es entonces, cuando se reconoce oficialmente, tras estudiar bien la zona, que el inventario de la contaminación radiactiva podría ser más alto de lo esperado.
La UE ha dado un ultimátum a España: tiene hasta finales de año para informar sobre la contaminación nuclear real en Palomares a día de hoy. Actualmente los afectados siguen pidiendo justicia, sus quejas han sido desoídas durante más de 50 años. La verdad debe salir a la luz.
Pasa el ratón por encima de cada personaje para conocerlos
Aristócrata española de ideales democráticos, fue a la cárcel por manifestarse junto a los agricultores almerienses
Entonces ministro de Información y Turismo, promovió una campaña de comunicación para minimizar el asunto
El embajador de EEUU que se bañó con Fraga en la “playa de Palomares” para demostrar que no había contaminación
Francisco Simó, pescador apodado así por presenciar la caída de la cuarta bomba en el mar
Una maniobra rutinaria- el B-52 volvía de la frontera turco-soviética hacia Estados Unidos y el KC-135 provenía de la Base Aérea de Morón (Sevilla)- que terminó con un choque casual y la destrucción de los dos aviones.
Murieron 7 de los 11 tripulantes y se desprendieron en el accidente 4 bombas termonucleares de 1,5 megatones cada una de 1,5 metros de largo por 0,5 metros de ancho, con un peso de 800 kg.
El riesgo de radioactividad era tal que se ocultó. Una polémica de este tipo era lo último que necesitaba una sociedad hastiada de belicismo y que aún sufría la desazón y las consecuencias del bombardeo atómico de Estados Unidos a Japón dos décadas antes.
Operación 'Broken Arrow’, o flecha rota, es como se denomina a un arma nuclear perdida por el ejército. No era la primera vez que pasaba. Se activó de inmediato un enigmático dispositivo de búsqueda de las cuatro bombas atómicas donde colaboraron el ejército norteamericano y la española Guardia Civil.
Un proyectil se localiza intacto, dos han esparcido su radioactividad y del cuarto no hay ni rastro y puede desencadenar la mayor explosión atómica de toda la historia.
De los artefactos que se desprendieron del bombardero estratégico, dos de ellos cayeron indemnes y otros dos al precipitarse sin paracaídas, chocaron violentamente con el suelo, lo que provocó que se rompieran en múltiples fragmentos.
Se encontraron sin problemas tres de las bombas: una en un solar de Palomares, otra en la desembocadura del río Almanzora y una tercera en la sierra cercana pero ¿dónde está la bomba nuclear que faltaba?
Hay que deshacerse del material radiactivo, cuanto antes. Washington envía a sus hombres, 1.600 soldados del ejército estadounidense desembarcan en el pequeño municipio para peinar la zona y liberarla de radioactividad, pero ¿lo consiguen? Es el momento de narrar una historia con muchos espacios en blanco que ahora se desvelan.
El gobierno no quiso evacuar el pueblo, por no dañar la imagen de la costa española, foco de turismo y de ingresos extranjeros. Una población que se volcó en solucionar el problema cuanto antes, sin saber la magnitud real de lo que acontecía.
Los soldados americanos sólo se llevaron una pequeña parte del plutonio y dejaron allí el resto. Los gobiernos tuvieron claro que contar la verdad no era la solución al problema. Una mentira que dio lugar a un mayor conspiracionismo y una realidad por fin descubierta que llega a ser difícil de creer.
Eran poco más de 1.000 habitantes que observaron atónitos algo inédito en la zona y vivieron surrealistas situaciones que produjo la convivencia de estos dos mundos tan dispares.
El pueblo de Palomares se movilizó. Los cultivos eran su fuente de ingreso más próspera y sus tierras fueron expropiadas y cercadas por la contaminación nuclear.
Los agricultores alzaban la voz para conseguir unas indemnizaciones justas y proporcionadas, en una época en la que manifestarse contra lo que dictaba el gobierno era un movimiento arduo.
Medios extranjeros como el New York Times se han hecho eco de los estragos que este accidente nuclear ha causado en la salud de los soldados enviados a Palomares para la “limpiar” la contaminación: 41 hombres que trabajaron en la zona fueron diagnosticados con cáncer, 21 de ellos la sufría debido a los altos niveles de plutonio a los que se expusieron y se promueven las compensaciones.
La población, principal afectada de la contaminación, ha sido excluida y mantenida al margen. Olvidada institucionalmente. Recordada puntualmente en la memoria de la mayoría de los españoles de cierta edad si se emite en algún zapping televisivo el famoso baño de Fraga y el embajador de Estados Unidos en una playa almeriense.
Actualmente, los vecinos de Palomares siguen reclamando que se descontaminen sus tierras. Y a nivel gubernamental se sigue pasando la pelota de un tejado a otro mientras Europa presiona con que se haga lo antes posible ¿quién debe encargarse de la limpieza?
Pasa el ratón por encima para conocer las cifras del accidente
Este fue el coste humano inmediato del accidente, los 4 restantes se salvaron gracias a que consiguieron eyectarse de los aviones y aterrizar con paracaídas
Enterrados en secreto, cantidad 4 veces mayor de lo que se llevaron a EEUU en 1966. Se han hallado plutonio, americio y uranio
Todos trabajaron en la zona, a 21 de ellos la enfermedad se la causó la alta exposición de plutonio.
De los 9 kg que cayeron sobre Palomares, los americanos se llevaron apenas 270 gramos.
Por la alta radiación se expropiaron, alquilaron y vallaron un total de 40 hectáreas del municipio almeriense
Fue el coste de la operación ‘Broken Arrow’ a Estados Unidos (655 millones de $ actuales). Dejaron de pagar. España se hizo cargo de todo el seguimiento
55 años más tarde se narra la verdad y salen a la luz los documentos que han sido secreto de Estado y han estado clasificados por los gobiernos de España y Estados Unidos.
Una reconstrucción de los hechos con imágenes inéditas, nuevos datos y entrevistas a los implicados en el incidente y en su posterior ocultismo, que llega en forma de serie documental el 22 de abril.
La producción de Movistar+ pone en jaque la historia oficial contada sobre Palomares y muestra cómo fue en realidad uno de los acontecimientos nucleares más graves antes de Chernobyl.